De entre todas nuestras redondeces gravitatorias, el pecho suele ser de las primeras en acusar la flacidez. La razón es simple: la mama está compuesta por grasa y conductos galactóforos, y la piel es el único sostén natural de esta compleja estructura. Cambios naturales como la vida misma, de peso, por un embarazo o por una lactancia, tienden a modificar los senos. La delicada piel que los recoge se lleva la peor parte.
Pero no todo está perdido ni es necesario resignarse a la caída libre. Basta con incorporar algunos consejos de mantenimiento a la rutina diaria para prevenir, mantener o impedir que la flacidez vaya a más.
- Trabaja tus músculos pectorales a diario.
Sin miedo. Sin evocar a Hulk reventando camisetas. No te olvides, eres mujer y por tanto careces de la testosterona necesaria para construir un músculo muy marcado, además de que ese músculo que todas identificamos como ‘masculino’ requiere de un entrenamiento y una dieta espartanos.
Puedes hacer tus ejercicios en casa, con pesas pequeñas (medio o un kilo), tumbada en el suelo y abriendo y cerrando los brazos por encima de tu cabeza. También son muy eficaces las flexiones (de paso trabajas los hombros y los brazos).
- Apuntala el pecho las 24 horas.
Usa siempre, siempre, siempre sujeción. También para estar en casa, para dormir y especialmente para hacer deporte. La elección de la prenda es esencial en este caso. Elige un suje específico para tu entrenamiento (sobre todo si incluye impacto, como correr, saltar, bailar…) y no escatimes en sujeción: mejor pasarte que quedarte corta, y más si tienes talla generosa.
- “Niña, ponte recta”.
Cuántas veces no nos habrán dicho eso nuestras madres, horrorizadas al vernos como el Jorobado de Notre Dame…
La idea es mantener el eje centrado; la espalda recta, los hombros rectos y hacia atrás, la barbilla en ángulo de 90 grados con el cuello y las rodillas y pies alineados. Ya si eres capaz de acordarte de tu abdomen y mantenerlo tenso, lo bordas (de paso evitarás curvar en exceso la musculatura lumbar).
- Termina la ducha con agua fría.
Truco fetén para todos los tejidos del cuerpo, y más para el del pecho, tan fino él. Aunque suene a obligación militar ingrata, hay que ver el agua fría como un cosmético natural, capaz de activar la microcirculación y de tensar (temporalmente) la estructura superficial de la piel.
- Cuida la postura especialmente al dar el pecho.
Cuando le des sentada, siempre el niño al pecho, no el pecho al niño. Tu espalda bien pegada al respaldo, vuestros ombligos juntos y su cabeza completamente girada hacia ti. Para favorecer esta postura, usa una almohada o un cojín (no hace la menor falta que sea ‘de lactancia’). Intenta ser consciente de tu postura y mantenerte erguida. El pecho cambia en la casi totalidad de los casos al ser madre por motivos estructurales, pero si mantienes la piel lo más tensa cuidada posible, no será excesivo.