Sí, sí, ya sabemos muchos que el bikini lo ‘lanzó’ a la fama la empresa de Louis Réard en 1946, en la noche de un 5 de julio la bailarina Micheline Bernardini, pero que nadie diga que lo inventó él, porque la foto de apertura nos enseña que las romanas ya entendieron que preferían ir fresquitas con un dos piezas que con traje de baño. Antes vimos a mujeres dibujadas en cuevas prehistóricas y a jovencitas de la Grecia clásica con el dos piezas para hacer deporte. Y luego otras muchas divas, como Ivone de Carlo lucieron dos piezas no muy escotados pero rompedores para aquella época, con parte de arriba de cazuelas puntiagudas.
No piensen que el bikini se llama así porque constara de dos piezas (de ahí lo del bi). Resulta que en el Pacífico hay un atolón llamado Bikini que fue elegido por Estados Unidos para hacer unas pruebas con bombas atómicas, allá por julio de 1946. El nombre gustó a Réard, que había consentido que sus prendas dejaran lucir el ombligo. No todos los países se lo tragaron y el concurso de Miss Mundo lo prohibió ese año en Inglaterra, al igual que fue vetado en muchos países católicos. Yo creo que fueron el cine y las revistas quienes lo acabaron incorporando a la cultura popular.
¿Os acordais de esa foto de Ursula Andress saliendo del mar en ‘James Bond, 007 contra el doctor No’? Mis amigos colgaban posters en su habitación de aquella rubia de potente pechuga, puro amonal. Luego ya le dieron la puntilla las pin ups de los 50 y más tarde Esther Williams -qué cursi , Ava Gardner, Rita Hayworth y Lana Turner. Mi madre iba al gimnasio y a la masajista del –Real Madrid, en el Santiago Bernabeu, donde acudía Ava, y dice que jamás ha visto una cara y un cuerpo tan perfectos como los de la Gardner: una espalda escultural, un pecho perfecto, piernas que ni Elle McPherson. Qué belleza…
Sólo en Estados Unidos, la industria del bikini empezó a mover más de 820 millones de dólares anuales a partir del años 2000. Abierto el filón resurgió a lo bestia la de los depilatorios, la megaindustria del bronceado (el primero que conocí se llamaba Brunisol) y luego aquella niña a la que un perro le bajaba un poco el biquini por detrás en los envases de Coppertone.
Después llegaron los pareos -los célebres pareos a juego con el traje de baño fabricados en Israel, de Gottex-, los sombreros de playa, las mil y una gafas de sol, con montura a juego. Muchísimo le debemos al bikini. Aunque nos carguemos su componente sexy, el dos piezas resulta más sano que el bañador porque permite tomar el sol en la tripa y no llevar una tela mojada pegada al cuerpo. Más que sexy, el biquini, siempre será un símbolo de libertad y en cierto modo de conquista. Feliz cumpleaños.