Si tuviéramos acceso a la agenda de Marc Jacobs, es probable que nos encontráramos subrayada en rojo la palabra REINVENTARSE. Y una antigua foto de Adriana Lima con el flequillo pintado a mano con un boli BIC. Flotando sobre todo esto, un sugerente y misterioso código: DECADENCE.
El neoyorkino, volcado en su firma homónima desde que abandonara el timonel creativo de Louis Vuitton, anda buscando la piedra filosofal para acercar su emporio a un nuevo séquito de seguidores. Y eso pasa por la elección de nuevas musas.
Adiós –por el momento- Sofía Coppola, Winona Ryder, Catherine Deneuve o Kate Moss, fieles amigas y sin embargo inspiradoras de la impronta de la casa. Hola, perfiles algo más comerciales y ‘sanguíneos’, como el de Cher, Kendall Jenner o Adriana Lima.
Así es, Marc Jacobs pasa de consagradas divas del celuloide serio, de reposadas intelectuales puestas en música indie y de modelos icónicas que han marcado la historia de la comunicación de moda y belleza. La apuesta para encarnar el espíritu de su nueva fragancia, un bellezón indiscutible, angelical, curtida en el manejo del morrito a cámara, la torsión de curvas y la sonrisa despampanante.
De Decadence, quizá la hermana díscola de Daisy y Lola, apenas se sabe que utilizará notas florales de Jazmín Sambac y Rosa de Bulgaria mezclado con ciruela italiana, azafrán y flor de Iris.
Confieso que a mí, con estos mimbres, me apetece todo. Como si me lo vende el maravilloso Christopher Lee desde el reino de los muertos.
El desarrollo de la campaña se resolverá en septiembre. Hasta entonces… ¿bailamos la dance de la decadance?