Anterior a la torre Eiffel, a caballo de los ismos, nace en París y en 1885 Papier d´Armenie. Creada por un químico y un farmacéutico, la firma se propone rescatar el antiguo sistema de purificación del aire en tiempos de cólera –y otras pestes- basado en quemar resina de benjuí, conocido por sus propiedades desinfectantes, antisépticas y expectorantes.
Echemos a volar la imaginación, porque este contexto histórico lo merece y resulta gratamente evocador.
Una mujer apresada por el tifus, yaciendo en el lecho, un acongojado galeno apoyado en una esquina con la mano en el reloj, una caterva de mocosos sentados en el suelo. La tenue luz de una vela apenas ilumina la estancia. Una vaharada de humo asciende, espectral y benéfico, absorbiendo los malos humores y limpiando un aire viciado por la enfermedad y la falta de ventilación. Pues algo así es el origen del papel que arde bajo el fuego purificador, que habrá que adaptar a nuestros días de aromatización de ambiente algo más prosaicos. De incienso de herboristería y sofisticados vaporizadores, pasando por resinas perfumadas, saquitos de esencias –también con mucho encanto viejoven– o lujosas velas.
Si usted es de quienes gustan de una decadencia más que de un Instagram con milhojas en plato grande, le hará tilín este añejo invento importado de Armenia. Además, no crea que el detritus se atrapa con esencias como de botica perdida en el filo de los tiempos. El prestigioso, moderno y también franco-armenio perfumista Francis Kurkdjian, elabora dos de los aromas. Uno rinde tributo a Oriente a base de madera, mirra, vainilla e incienso. Otro captura la pasión turca con Rosas de Irán y Turquía.
La fabricación de los papeles es totalmente artesanal, prácticamente alquímica. Cada papel recibe un baño individual en una solución salina que consigue que el papel expela su fragancia sin arder. El benjuí del que se empapa macera en una tina de alcohol durante la friolera de tres meses. Listo para el secado, y a mano humana, se hornean uno por uno y quedan listos para su encuadernado, proceso mecanizado desde hace poco. Para acumular aún más bondades, los libritos envejecen en el taller sin prisa, como los caldos que también ayudan a mejorar los humores.
El librito contiene 36 tiras para quemar. Cada una debe doblarse en forma de acordeón y prenderse sobre un plato que resista la temperatura. Ahora que vivimos tiempos asépticos –y muy agradecidos en lo que a higiene y salud toca-, absorbe los delicados aromas propios de las costumbres del hogar. Frituras, tabaco, animales, humanos… Y lo mejor: también se puede usar sin quemar para perfumar cajones, armarios, estancias pequeñas… Y por qué no, el coche. Ya que el invierno escribe una Página Negra para los conductores que se obstinan en no bajar ventanas así los mate un sabañón, sugiero implantar esta medida para sustituir los mareantes ambientadores clásicos o para –caso más necesario- crear un entorno cohesionado, horizontal y armónico en que la ineludible humanidad de los unos no se imponga sobre la de los otros. ¿Podremos?
Precio librito tradicional: 3 euros.
Se puede encontrar en la web http://www.papierdarmenie.fr/ES/