¿Qué piensan ellos de la belleza femenina? ¿Y nosotras de la masculina? Abraza tus kilos, ellos prefieren las curvas de Kim Kardashian antes que el tipo insecto palo de Keira Knightley.
En “amor ciego”, el prota se enamora de una señorita gordísima. Todos la ven tal y como es excepto él. Hechizado por eso que conocemos como la ‘belleza interior’, la percibe con la enjuta estampa de Gwyneth Paltrow.
“Es, ya sabes, del tipo que gusta a los tíos”, oigo decir a unas adolescentes en el metro. Automáticamente, trato de esbozar un retrato robot de la chavala que describen –con esquinado rencor de clase antes que con vocación de análisis-. Será delgada, de estructura filiforme, guapa estilo convencional, con curvas increíblemente bien puestas. Como una modelo de lencería de las que copan las marquesinas.
Me lleva menos de 1 minuto recrear este tópico. Las dos chicas viviseccionan a la rival en lo que dura el trayecto. Me miro en el reflejo del cristal del vagón y me pregunto por qué he construido esa criatura y no otra. Por qué tendrán que sufrir esas locuaces señoritas, y otras, a cualquier edad, pensando en si serán o no del agrado de un posible compañero sexual. A vueltas con el cultural paradigma de la belleza, siempre de jugosa actualidad en las carnes que reflejan sus facetas más oscuras, punta del iceberg de una sociedad subyugada por la imagen. Parece que avanzamos pero en algunos recorridos atravesamos un compartimento estanco.
Y por si las respuestas no estuvieran del todo claras en nuestras maniatadas cabezas, la ciencia aclara la cuestión. Desde 1985 –sí, hace casi 20 años-, estudios demuestran que las mujeres sobreestimamos la importancia de la delgadez en la percepción de lo que un hombre heterosexual encuentra atractivo en una mujer. No ocurre lo mismo en los hombres, quienes manifiestan una puntería mucho mayor.
De algún modo, pensamos que los hombres prefieren a las damas delgadas como hojas de afeitar, en lugar de algo o mucho más voluptuosas. Terreno abonado para la inseguridad. El germen de la presión para bajar de peso –de verdad y con esfuerzo-, aferrado a una idea imaginaria.
Esta discrepancia entre imaginación y castigo real, entre el deseo de hombres, mujeres y viceversa, ha atraído también la atención de estudios pseudocientíficos. Este mismo año, el Daily Mail publicó “Los hombres aman las curvas de Kim Kardashian, mientras que las mujeres quieren la silueta de Emma Watson. La infografía muestra qué consideran un cuerpo hermoso los hombres y las mujeres”.
Hallazgos sorprendentes. Y muy poco pragmáticos. Dada la enorme industria en torno a la auto-mejora, ¿no deberíamos tener perfectamente claro qué quiere el sexo opuesto? No sé, por aquello de atinar en lo que los psicológos evolutivos denominan “teoría de la selección de pareja”.
Al hilo de esto, el psicólogo David Buss, autor de “La evolución del deseo”, sentencia: “Mi especulación es que las mujeres manejan una autoimagen distorsionada debido a la repetida exposición de mujeres photoshopeadas en los medios de comunicación, mujeres delgadas sometidas a procesos virtuales para que se van aún más delgadas de lo que son. Ancestralmente, las mujeres no se veían expuestas a un alud de imágenes de mujeres ultradelgadas, sino que vivían en pequeños entornos, conviviendo con un escaso número de rivales en la misma edad reproductiva.”
Sobre la apoteosis de la delgadez, Buss teoriza: “Todo empezó con la idea de que la ropa cae mejor en modelos delgadas*. El hecho de que las modelos sean, cada década, más delgadas, ha secuestrado el sentido de quiénes son las auténticas rivales de apareamiento de las mujeres”.
*Puntualizo esta teoría con mi epígrafe “y además es más barato fabricar en tallas pequeñas”.
¿Sobre quién ponemos entonces el dedo acusador, sobre la moda o sobre la perpetuación de la especie? ¿Sobre nuestra propia permeabilidad?
Hay otro elemento aquí, el tan manido concepto de que las mujeres ‘nos vestimos para otras mujeres’ (fascículo: ‘y somos especialmente cruentas entre nosotras’)
Un estudio de 1986 reveló que “para algunas mujeres, anticipar la reacción de las personas de su mismo sexo puede ser tanto o más importante que anticipar las del opuesto”. En palabras de Buss, “la razón es que las mujeres compiten no sólo para atraer a los hombres, sino también para posicionarse en cierto estatus”. Y digo yo, ¿quién quiere vivir en un mundo donde apenas somos nuestro valor como aparato reproductor definido evolutivamente?
Seguramente nadie. A principios de este año, otro estudio encontró que la percepción de las mujeres sobre la belleza variaba en función de las imágenes a las que hubieran estado expuestas recientemente.Y llegamos a lo que todos sabíamos, o al menos podíamos intuir: visibilizar cuerpos onerosos, imperfectos, en la larga serie de artefactos visuales que consumimos a diario, podría modificar nuestros anhelos corporales . ¿Será posible? En este caso todos ganaríamos. ¿No? Bueno, excepto los fabricantes que prefieren mantener una imagen poco realista para vender los productos que combaten nuestros ‘problemas’ corporales. Hablando de empoderarse…