“Como mujer, Audrey Hepburn lo tenía todo”, me contestó rotundamente Hubert de Givenchy cuando le pregunté hace unos años sobre su mejor amiga. Para él era la mujer perfecta: educada, distinguida, con una chispa muy brillante en sus ojos ovalados. “Se nota que pasó mucho hambre y frío en la guerra; por siempre odió la ostentación”. Una exposición de la obra de Givenchy versus algunos cuadros de la colección se muestra en el Museo Thyssen hasta en 18 de enero. En la foto, rematando un vestido para ella en 1959 para la película ‘Historia de una monja’.
Como todos los grandes, Hubert partió de un estilo más barroco para ir depurando, eliminando, raspando hasta llegar a líneas muy depuradas. Nunca me llegó a gustar su célebre blusa Bettina, de algodón con cuello abierto, sencilla y masculina, pero con unos volantes un poco ‘lolailo’ en las mangas. Lo verdaderamente rompedor fueron esa especie de vestidos de noche de cuerpo suelto intercambiables con falda o pantalón que tan acertadamente denominó Separates. Qué moderno. Allí están los posos de Christian Dior y también de la exquisita Elsa Schiapparelli, con quien trabajó varios años. Por supuesto que hay todo un mundo al margen de su trabajo para la ex bailarina de familia aristocrática belga, Audrey. Givenchy vistió a la duquesa de Windsor -fea, aprovechada, pero tan elegante-, para Grace Kelly y para Jackie Kennedy en tantas recepciones oficiales.
Pero sus prendas fetiche tienen una ligazón que ya es eterna con películas como ‘Charada’, que me aburre un montón pero que da gloria verla con esos gorritos ‘champiñón’ como de azafata de los años 60, o aquellos alargados de leopardo en plan duendecillo. ¿Y los pañuelos tapando la cabeza con nudo al cuello de ‘Vacaciones en Roma’?. El traje negro de cóctel con collar de perlas y pitillera de ‘Desayuno con diamantes’, adornado con la nostálgica de ‘Moonriver’… Pasó a la Historia como símbolo del nuevo lujo. ‘Sabrina’, ‘My fair lady’,’ Historia de una monja’... allí está todo el espíritu del modista. “Me siento protegida cuando llevo sus prendas”, decía siempre ella.
La exposición muestra sus vestidos de fiesta-referente como este de satén negro bordado con paillettes doradas y negras, piedras multicolores y ribetes de coral de 1991 o el de la foto inferior, tan veneciano, en satén rojo con toda la espalda ribeteada con hilo dorado y colgantes rojos y negros, de 1975. Sin embargo, no consigo encontrar mucha relación con los cuadros que han colocado junto a algunos vestidos.
Me encanta para la época en que se llevaba tanto boato en las recepciones oficiales, mirar y admirar este vestido con abrigo en un sublime tono crema, con cuerpo bordado que llevó Jackie Kennedy en 1961. Y para cerrar este homenaje al costurero, el perfume que creó para su chica preferida en 1957.
Sería la primera vez que una actriz se prestara a ser la imagen de un perfume, L´interdit, de Givenchy, que huele a rosa de Bulgaria. Una delicatessen, la expo, para no perdérsela.
Exposición ‘Hubert de Givenchy’ hasta el 18 de enero
Museo Thyssen. Paseo del Prado, 8. Madrid.