Resulta paradójico que la mujer que ha conseguido reducir nuestro contorno sin dietas ni cirugías, tenga, por el contrario, un espíritu tan amplio.
Sara Blakely, la exitosa fundadora de las fajas Spanx, acaba de declarar en perfecto estado de oxigenación y salud mental –y no va de farol-, que donará en vida la mitad de su fortuna. ¡Óle por ella!
Tengo que reconocer que viví una pequeña experiencia la primera vez que me calcé una faja Spanx, tras pasarme una tarde escuchando sus bondades de boca de una amiga.
Jovenzuela y alocada, me jactaba de estar muy lejos física y espiritualmente de la consabida prenda encorsetadora. ¡Virginia Woolf nunca se habría puesto tal cosa! ¡Eso es propio de cuando mi bisabuela enseñaba un tobillo! Ains, cuán equivocada estaba. Que se lo cuenten a las celebrities que nos epatan con su esplendor desde la alfombra roja, bien pertrechadas bajo el vestido por la mallita de marras.
No es que sea la prenda más apetecible de este mundo, pero eh, cómo funciona. Y además rompe con la idea de la faja ‘de abuela’. Y además, aunque parezca mentira, hasta se puede respirar con ella, y comer y hasta pensar, que no corta el riego sanguíneo ni nada.
Para muestra de lo bien que se ‘cogita’, Sara Blakely, la emprendedora más joven en entrar en la lista Forbes (donde figura en el puesto 1.342) y la primera mujer que forma parte, sin ser consorte de magnate, de la iniciativa Giving Pledge, un grupo solidario formado por 114 acaudalados.
No es la primera iniciativa de esta índole que emprende. Blakely ya tiene una fundación a la que se destinan parte de los ingresos de Spanx para que otras mujeres puedan estudiar y crear sus negocios. “Me comprometí a invertir en la mujer porque creo que todos viviremos mucho mejor si esa mitad de la raza humana tiene la oportunidad de prosperar, de formarse y empezar sus propias empresas”, dijo en su momento.
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