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Entre rulos y boatinés, me ocupo esta semana del tema Sheryl Sandberg, la número 2 de la pulposa telaraña Facebook, quien ha escrito un libro desgranando sus andanzas empresariales. Su currículo me deja estupefacta y admirada. Graduada cum laude en Harvard, es una de las 25 personas más influyentes en Internet según el top de 2011 de la revista Bloomberg Businessweek y una de las 50 mujeres de negocios más poderosas en 2010 según Fortune. 44 años y dos hijos. “Thank heaven for little girls”, pienso mientras doy la vuelta irónicamente la canción de Maurice Chevalier; ocurrente y agudísima como es una –un no parar-.
Continúo leyendo que en Vayamos adelante: las mujeres, el trabajo y la voluntad de liderar (Lean In) no faltan -oh, oh-, mujer tenía que ser, valiosos consejos sobre conciliación labofamiliar, negociación de sueldo (!), bajas de maternidad y demás cuestiones que, aclaro por si acaso, no critico, pero cuya reivindicación ¿a estas alturas?, pincha mi globo satisfactorio y me devuelve a una realidad difícil de digerir. Quizá más todavía en este perfil. Oigo chirridos. Vuelta al trigo de que se puede ser inteligentísima, ambiciosa en el mejor sentido y meritoria del copón, pero ante todo se es mujer, y después mujer en un mundo de hombres, mujer discriminada. Y la incauta que quiera hacer ‘cosas de hombres’ y ‘cosas de mujeres’ va a tener que pelear exactamente eso: el doble.
Siendo hija de un tiempo en que –teóricamente-, ya ‘está todo hecho’, cada día me topo con evidencias de que aún queda muchísimo por hacer para trascender el discurso sobre la función de las “girls”. Todavía hay hordas que consideran aberrante o prodigioso que las mujeres trabajen y cuiden a sus hijos, manejen grandes empresas bebiendo Diet Coke -el elixir de Sandberg-, y disfruten de los mismos deberes y privilegios que sus contemporáneos. Lo gracioso es que estamos tan en pañales que las que lo han logrado flipan tanto que se ven, solidarias, en la obligación de compartir su magia malabar con las demás.
Una aproximación rápida al feminismo fundacional desde sus orígenes hasta la actualidad, revela una ideología interesante aunque un tanto ‘inasible’, con multitud de interpretaciones y en constante mutación. Un tejido orgánico que se redefine a diario.
En el extremo erróneo de la fuerza está el hembrismo. Para alguien con poca gana de entender de qué va la historia, todo el monte es feminazismo, tías fanáticas y feas que no han conocido varón, no se depilan y no se comen un plátano porque sería dar bola al heteropatriarcado. Desplazarse es muy divertido. Lo malo es que crea confusiones de identidad y uno termina por no saber lo que quiere decir.
A veces cuesta distinguir bandos cuando son los propios activistas quienes tiran piedras contra su tejado, sacando a relucir los “flacos favores” que hacen Fulana o Mengana, feministas de muy poco fuste a quienes la Beauvoir excomulgaría. Para muestra Maureen Dowd, editorialista de The New York Times, quien ha tildado a Sheryl Sandberg de “Cheerleader del feminismo con regusto a Oprah Winfrey”. Vamos, que no ha pasado la prueba del algodón. Será muy buena en lo suyo, pero a las auténticas adalides no se la da con queso. Lo que me conduce a mi reflexión inicial del asunto y ¡ah! entonces tengo que pararme a pensar. ¿Por qué no parece feminista de bandera, tronío y verdad esta señora? Porque el punto de partida y sus consejos de diván de autoayuda se contradicen con su aserto de que “si hay feminismo en su libro es involuntario”. Jo, Sheryl, osea, tía, con lo bien que te había quedado.
Esto puede significar varias cosas: una, que le da miedo ser políticamente incorrecta –ser feminista declarada es más censurable que escupir a un padre, ¡caza de brujas!-; dos, que le salga el tema por los poros sin el barniz político, pero acariciando inevitablemente una polémica que escuece más que una ampolla de stiletto.
De ser culpable de algo, concluyo, sería de tocar estandartes de los que no puede o no quiere responsabilizarse. Lo que me conduce a algunas preguntas, sobre las que medito mientras me pinto las uñas de los pies. ¿Es necia y cenutria una mujer que no se considera feminista? ¿Quién la castiga llegado el caso? ¿Está condenada a que la pisoteen por no defenderse? Si triunfas siendo mujer, ¿tienes que contar cómo has logrado tan portentosa gesta dada tu dificultad de base? ¿Te conviertes automáticamente en un ejemplo -un ejemplar-? Y si lo que quieres es quedarte en tu casa con tus hijos, ¿mereces formar parte de la comunidad de féminas o ya eres claramente lo peor?
No es fácil encontrar el hueco en el mundo, se tenga lo que se tenga entre las piernas. Así que no te servirá de consuelo, Sheryl, porque no te vas a enterar, pero aquí hay un ser humano XX que te absuelve de tus pecados. Y que te da un SÍ comprensivo. El sí de las niñas.