El trabajo -y no os estoy revelando ningún secreto-, es un bien escaso en este país. Porque quien tiene ese privilegio que le hace despertarse todos los días a la misma hora y recibir un sueldo a final de mes -aunque sea escaso-, sabe que tiene un tesoro, se ve en la tesitura de hacer cualquier cosa con tal de conservarlo. Los españoles han pasado de fingir estar enfermos a aguantar la fiebre sin rechistar sentados en la silla de la oficina, a hacer todas las horas extra que el jefe exija sin una mala cara, y ahora parece que por conservar un trabajo somos capaces, incluso, de pasar por el quirófano. ¡Nos estamos volviendo locoooooos! ¡Paren el mundo, que me bajo!
Según los resultados de una encuesta realizada por la Sociedad Catalana de Cirugía Plástica Reparadora y Estética (SCCPRE), el 30 por ciento de las operaciones de estética se hacen por motivos laborales. Como siempre, la cosa se complica si hablamos del género femenino, sólo un 5% por ciento son hombres, para ellos, el ámbito laboral -también- es menos exigente.
Espero, sinceramente, que cuando pase esta crisis económica, se lleve consigo también la de valores. Estoy a favor de la libertad, estaría bueno, de que quien tenga un complejo, lo resuelva como crea conveniente. Y que si la solución está en un quirófano, se ponga siempre en manos de un buen profesional, que le proporcione las mejores garantías y que sea capaz de orientar al paciente e incluso desaconsejar una intervención si no la cree conveniente.
Cirugía estética como solución a algo con lo que no estás satisfecho pero después de una evolución interior, no como consecuencia de las modas, como fruto de una sociedad que dicta que todos tenemos que ser perfectos y delgadísimos cual modelos de pasarela, para poder encontrar o conservar el trabajo. Que si quieres recurrir a una intervención estética lo hagas, pero que no sea una imposición laboral o social.
Aprobemos el cambio de etapa, empecemos a revertir las cosas, que el curriculum lo marquen las capacidades y la formación académica y no la talla de pantalón o de sujetador. Empecemos a educar a las nuevas generaciones como seres más fuertes, que aprendan a quererse en la diferencia, que conviertan sus virtudes en su mejor activo y no conviertan los defectos en complejos, que no veamos como algo normal que una niña de 16 años, en pleno desarrollo, se aumente el pecho. Que la belleza sea sinónimo de salud, mental y corporal. ¿Lo conseguiremos?