Tal vez ya habéis tenido la oportunidad de leer parte de mis cuidados durante la quimio en el último número de Vogue Belleza febrero 2013. Para las que no, os dejo aquí el testimonio completo, tal cual me lo pidió mi compañera Itziar Salcedo para el artículo titulado Cancer.org. Le doy las gracias por ofrecerme la oportunidad de ayudar a muchas personas, cada vez más, que están pasando por este duro trance. A mí me ha ido muy bien. Sin duda, ahora estoy mucho mejor que antes de antes. Mi vida es más plena en todos los sentidos. ¡Arriba la autoestima!
Recuerdo como si fuera ayer, y ya han pasado más de 8 años, todas esas cosas que me hicieron la vida más suave cuando tuve que someterme a mis ciclos de quimioterapia para afrontar un cáncer de mama.
A los 20 días de la primera sesión y después de ir perdiendo pelo de forma progresiva, fue mi chico el que me animó a raparme en casa con su espuma Gillette y sus aperos de afeitado. Con la cabeza tan reluciente como un lama tibetano me puse la peluca de cabello natural, larga, pelirroja y moderna que Angela Navarro me había probado una semana antes en su centro de estética oncológica. El resultado era fantástico según me decía todo el mundo, pero yo no me acaba de ver ni de sentir del todo cómoda. Con el calor interno que provoca la quimio y la sequedad extrema que invade la piel desde la punta de los pies hasta la coronilla, llegó un momento en que me animé a prescindir de ella y salir de casa con unas diademas de tela de colores que desplegadas hasta el elástico de la nuca, tapaban toda mi cabeza. Es importante utilizar tejidos naturales para evitar irritaciones innecesarias. Cambiar la aspereza por suavidad me hizo sentir la piel mucho más confortable. Me embadurnaba cada día, religiosamente con aceite de rosa mosqueta de Weleda o del genérico que se utiliza para fórmulas magistrales en la rebotica de las farmacias.
Mis uñas necesitaban dedicación exclusiva y exhaustiva, los lápices de aceite se convirtieron en un amigo fiel de mis cutículas. Dos, tres, cuatro veces al día, me entretenía pintándome las uñas de manos y pies con el aplicador (Oriflame, Douglas). Nada de usar objetos cortantes, ni manicuras agresivas. Además de los bálsamos de aceite, mi cara y mi pecho se beneficiaban de las propiedades de los serums y cremas de La Mer, junto a otro de mis elixires secretos: el spray de Agua termal de Avène; calmante, anti-inflamatorio… y un auténtico milagro para reducir cualquier rojez de cara o cuerpo.
Nada de jabón, a la hora de desmaquillar: el bálsamo de Eve Lom con propiedades de aromaterapia, era y sigue siendo mi favorito para una limpieza segura y agradable. Higiene sí, pero libre de detergentes. Mi gel de ducha en aquellos días era Pon-emo y también mi champú. La pasta de dientes y el colutorio de siempre tampoco servían porque me dejaban la boca terriblemente seca. Necesitaba más saliva, el alivio llegó con la gama de cuidados dentales Xerostom, la única capaz de aumentar la saliva un 200%. Comer peras también refresca bastante la situación. Cuando se presentaban aftas dentro de la boca, algo habitual durante la terapia, descubrí la tintura de extracto de ruibarbo, algo amarga pero muy eficaz.
Otro pequeño detalle del que no se advierte en las guías al uso y que me hubiera evitado salir de la ducha como un tomate, es algo tan sencillo como no poner el agua caliente, mejor templada y si tu cuerpo y tu mente te lo permiten: fresca. El calor fija los metales pesados de la quimioterapia y sus consecuencias son escandalosamente visibles. Por supuesto, nada de sol, ni sauna ni baños turcos ni ningún otro foco de calor directo.
En momentos bajos, unas pinceladas de color cambian la perspectiva frente al espejo. Sentirse mal y verse bien genera una ecuación de efecto rebote en los demás y en una misma. La vida se vuelve de color de rosa y la cara de acelga desaparece de verdad. Yo cambiaba mi tono macilento por un compacto bronceador que dejaba mi piel como si acabara de llegar de unas vacaciones en la playa. Sobre los labios un cremoso carmín inyectado de optimismo en rosa intenso y el mismo sobre las mejillas para crear un aspecto fresco y saludable. Los polvos no son buena idea porque son más proclives a alergias. Nada de rimmel, pero mucho lápiz de cejas y también de ojos.
Elige cosméticos sin perfume y sustituye tu fragancia por aceites naturales de aromaterapia como Moroccan Rose Otto de REN o el aceite de lavanda de Dr. Hauschka, Origins, Sanoflore o similares.
Durante aquellos días realizaba una pequeña tabla de ejercicios de brazos, un poco de Chi Kung y mucho automasaje facial y corporal. Sienta muy bien dar paseos al aire libre, trabajar para entretener la mente, descansar y comer sano. Buscar y disfrutar de los placeres de la vida, porque aunque resulte complicado, el bienestar es posible.