Volver al salón de Dessange en Claudio Coello es volver a encontrarse con Eduardo Sánchez, ahora toda una estrella reconocida internacionalmente. Como nuevo creador de las colecciones de moda de temporada estrena cargo de director creativo, transmutando su espíritu en el de su maestro: el mítico Jacques Dessange. Un lujo absoluto tenerle como sucesor, “fue justamente su hijo el que me eligió para este nuevo cargo. Él está más dedicado a la gestión empresarial de los 700 salones de la firma repartidos por el mundo”, desde Francia a Rusia, la cadena de peluquerías number one del chic glamour comercial.
Sigue siendo el mismo chico discreto que soñaba con trabajar para el universo de la alta peluquería francesa. Sabíamos que era el rey indiscutible de este espacio y también sabíamos que se merecía el mundo entero por su savoir faire.
No es fácil encontrar un peluquero tan chic que no sea un divo redomado. Bueno, ni peluquero ni cualquier otro profesional. La excelencia y la humildad son uno de los cócteles más exquisitos que conozco, y Eduardo siempre lo ha tenido tan claro como las mechas californianas que inventó Dessange en los 60 para Brigitte Bardot o el rubio Catherine Denueve y el estilo de François Hardy; todas representantes del chic Dessange.
Esta historia empieza dentro de un armario infantil, cuando Eduardo rescataba las muñecas que su hermana abandonaba por ahí para peinarlas y ponerlas guapas. Tenía entonces 6 añitos y su pasión por la peluquería estaba sólo empezando. Luego emigró desde Colombia a Bruselas, París y finalmente recaló en Madrid, pero desde el principio eligió la firma de alta peluquería en la que hoy continúa, situado alegremente en su cúspide. Ha llegado justo donde quería y está feliz.
Podría haber sido “además de peluquero, bailarín, diseñador de moda, y también creo que hubiese sido un buen maître de hotel, en un restaurante de 5 estrellas, cuidar que todo estuviera en su sitio… Me gusta recibir y atender”.
Vocación de servicio declarada. Pero si las mujeres somos pesadísimas…
“Sonríe otorgando un poco y dice abriendo los ojos, Las veo entrar por la puerta y digo en recepción ojo con esta señora…”
¿El salón te ha enseñado mucho de la psicología femenina?
“Lo he ido desarrollando con el tiempo. Hay diferencias, el clima, la cultura y la clase social condicionan el comportamiento, pero existen esas grandes líneas que hacen que las mujeres tengáis muchas cosas en común”.
¿Cómo es la española?
“Yo he notado como en una ciudad tan cosmopolita como Madrid la mujer se ha ido enriqueciendo. España tiene fama de ser muy abierto, pero en cuestión de imagen, la española es menos atrevida que la centroeuropea porque aquí hay un culto al cabello largo, pedido por el sexo masculino y reafirmado por la mujer. Todavía se oye mucho eso de yo no quiero cortarme el cabello porque mi marido me dice que me vaya de casa. Otra excusa frecuente es: me lo tengo que dejar largo porque cuando tenga 40 me lo voy a tener que cortar. Yo creo que no tiene nada que ver. Es algo generacional, el hombre ve la feminidad a través del pelo largo. Tenemos una clientela internacional que se atreve a cortar y algunas excepciones. Creo que un cabello corto con estilo es diferenciador y da un toque de personalidad muy interesante”.
¿Tememos más al peluquero que al dentista y además no nos dejamos aconsejar por vosotros como profesionales y expertos en la materia?
“Existe miedo al corte, la mujer vive con estrés el ir a la peluquería. Nunca sabe cómo va a salir. Nuestra trabajo es difícil nos enfrentamos a los miedos de la gente. Están tensos y cuesta que transmitan lo que quieren. Es labor del peluquero intentar llevar a las mujeres a un terreno desconocido, seducirlas no un cambio de largo a corto sino hacer puntos intermedios”.
Se da el caso de mujeres que te dejen hacer lo que tú consideres…
“Pocas veces, te ocurre con la clienta que ya confía en tu trabajo y te mira como diciendo, no tengo nada que decirte tu eres el dueño de mi cabeza. A la tercera visita, estadísticamente empieza a ser fiel a ti, algunas lo son desde el primer instante si le sabes transmitir seguridad y la conquistascon tu estilo y sensibilidad”.
¿Y los hombres, cómo se portan en la peluquería?
“El hombre es complicado, un hombre difícil es mucho más difícil que mil mujeres difíciles. Nosotros tenemos un 80% de mujeres y un 20% de hombres. El hombre apenas ahora se abre al mundo de la imagen, hasta hace poco se cortaba el cabello solo por higiene”.
¿Qué opina de ser estandarte de los cabellos rubios?
“Hacemos muchos rubios porque nos lo piden. Intentamos al máximo que comprendan que no a todas les va lo mismo, intentamos hacer un traje a medida. En la vida real, en España son muchísimas las que te piden ser rubia, a las mujeres les gusta el rubio. El rubio crea adicción”.
Pero ¿cualquiera puede ser rubia?
“Querer ser rubia es suficiente cuando te encuentras delante de un profesional que no tiene el valor de decirte: por favor, rubia no.”
¿Una rubia que no debería ser rubia?
“Ana Obregón, estaría mil veces mejor con el cabello más castaño, tres tonos por debajo de lo que tiene. Esos rubios no favorecen, no hacen elegante, no aportan tanto como ellas creen. El clásico
Rubio Barrio Salamanca cambio con nosotros, antes se hacían las mechas con papel de plata, que exigen que en la próxima visita para aclarar la raíz necesiten una nueva oxidación, terminan así siendo cada día más rubias, y cada vez se castigan más el cabello. Nuestra técnica pone toques de luz sin castigar tanto el pelo”.
Una musa conocida.
“Linda Evangelista, una modelo que comprende que ella es un instrumento de imagen. Es guapa, bella. Maravillosa”.