El proceso de envejecimiento facial se manifiesta, antes que en la arruga o en la pérdida de luminosidad de la piel, en la flacidez. Las mejillas se hunden y descuelgan, el óvalo cae, las comisuras de la boca se inclinan hacia abajo… Todo en mayor o menor grado según edad y genética.
Los músculos de la cara (y de todo el cuerpo) se componen de haces de fibras conectadas entre sí por el colágeno. Para el cuerpo contamos con estrategias que nos ayudan a tonificarlo y mantener los músculos en buen estado, minimizando la pérdida de masa con el ejercicio. Pero la cara es otro tema, ya que los músculos que elevan las facciones son tres y los depresores (encargados de tirar hacia abajo, los malditos), son muchos más, sumado a la acción de la fuerza de gravedad y la pérdida de densidad del colágeno intermuscular.
Para recolocar las facciones en su sitio, existe la técnica del retensado facial, desarrollada con aplicaciones estéticas por el Dr. Pérez Díaz, la Dra. Martínez Poyato, la Dra. Pérez Núñez, la Dra. Turra y la Dra. de Gottardo.
Esto, explicado rápida y sencillamente, consiste en pinchar los músculos faciales precisos con una aguja de pequeño calibre. El producto inyectado es omega 6. La idea es crear columnas químicas que eleven las estructuras faciales y disminuyan las líneas de expresión, las zonas descolgadas…
Para comprobar en mis carnes las bondades de este tratamiento, fui a probarlo con el Dr. Pérez Díaz. Él pasa consulta, entre otras, en la Clinique Française de Madrid (Lagasca, 79) y hace unos días me estuvo pinchando alegremente mientras me explicaba con todo lujo de detalles este pastel.
Para empezar, se aplica una crema anestésica para que la aguja no moleste. El producto que se inyecta es ácido araquidónico (omega 6). Es muy seguro ya que la dosis que se emplea es muy inferior a la tóxica; además se reabsorbe y elimina.
En mi caso, y a mi edad “el resultado iba a ser muy sutil”, aunque no existe edad límite ni por arriba ni por abajo (más que la que marca el sentido común y el contemplarse a uno mismo con objetividad)
Las inyecciones no duelen. Molestan un poco, pero son mucho más soportables que las de la mesoterapia ya que éstas son más superficiales.
El resultado se ve inmediatamente. Pude observar media cara hecha y otra no, y aun con mi juventud y lozanía, se notaba la diferencia.
La imagen a continuación es otro de los casos del Dr. Pérez Díaz. Como veis, la diferencia es muy apreciable.
El Dr. advirtió además una asimetría entre hemisferios faciales que ya me veía yo también en foto (aunque me lo tomaba bien, dándomelas de Gioconda moderna) Para dejarlos iguales, insistió más en el lado izquierdo.
El proceso viene a durar unos 20 minutos más lo que tarda en hacer efecto la crema anestésica.
No me salió ningún hematoma, pero sí duele después, cuando se pasa el efecto de la anestesia.
Él me comentó que hay quien se toca granulomas o quien nota zonas dormidas. A mí no me pasó, el único efecto desagradable fue el dolor posterior.
La inflamación dura un par de días, pero el efecto es bastante espectacular en cuanto a arruguitas de expresión. También se nota visiblemente la cara más rellena y ‘jugosa’ (esto dicho por mi santa madre, que ya se sabe que nadie te conoce mejor). Lo más interesante de esta técnica es que se actúa sobre epidermis, dermis, tejido celular subcutáneo y plano muscular, con lo que la piel se tensa y se redefinen los volúmenes.
Mi experiencia es muy positiva y la recomendación que daría a una persona que tuviera la cara flácida de verdad es: adelante sin miedo si tienes el dinero y no te impresionan las agujas ni te supone mayor dilema moral los tratamientos un poco invasivos.
Precio: a partir de 400 euros.
Se recomienda seriar las sesiones y realizar de 3 a 6 según el caso.