La historia de cómo surge este libro es muy interesante: una de las autoras, la oncóloga Paula Jiménez Fonseca, del Hospital Central de Asturias, atendía en su consulta a la madre de Belén Álvarez, la otra autora. La doctora se sorprendió de cómo, pese a padecer un tumor de vías biliares -que es uno de los que más deteriora el estado del paciente-, la madre de Belén siempre tenía buenos resultados en sus análisis. Detrás de estos resultados estaban el buen hacer de su hija, química especializada en nutrición, que se esforzaba en aplicar sus conocimientos, en la alimentación de su madre.
Así nació la relación entre ambas y la idea de plasmar la experiencia en Comer para vencer al cáncer, un libro con consejos sobre los alimentos que pueden ayudar a combatir el cáncer, y aquellos más indicados para los pacientes oncológicos –para hacer frente a la quimioterapia, a las náuseas…-.
La primera parte del libro aborda esa dieta ‘anticáncer’, con un decálogo de los 10 grupos de alimentos con propiedades antitumorales. Una dieta preventiva que como bien recuerdan las autoras ya recoge el código europeo de lucha contra el cáncer y que incluye varias recomendaciones, como comer cinco porciones al día de verduras, frutas y hortalizas, cuidar las calorías que se ingieren, que no falte el pescado azul, limitar el consumo de grasas de origen animal. También se deberían eliminar de las dietas las golosinas, la bollería y los azúcares refinados, que abundan en la repostería industrial y en las bebidas gaseosas. Porque el 35 por ciento de los cánceres se produce por una dieta inadecuada asociada con la obesidad y el sedentarismo, el riesgo de padecer cáncer por sobrepeso es de un 3% en hombres y un 9% en mujeres. El exceso de grasa favorece la aparición del cáncer de mama, útero, páncreas, vía biliar, riñón y esófago distal.
En esta primera parte se incluyen, además, los proceso de elaboración de los alimentos que también influyen, ‘por ejemplo, cómo se cocinan las carnes, cómo se conservan, cómo se envasan y como se calientan deben ser controlados y adecuados para evitar un efecto carcinógeno’.
La segunda parte del libro se centra en los pacientes oncológicos, porque después del diagnóstico, la mayoría de los pacientes de cáncer salen de la consulta sin unas nociones básicas sobre cómo debe ser su alimentación. Según palabras de una de las autoras, ‘El cáncer te consume, y aunque el paciente no se mueva, destruye los depósitos del organismo’. Por eso, es imprescindible que se cuide rigurosamente la dieta para evitar dos de las secuelas más frecuentes en los servicios de oncología, la pérdida de peso y de apetito, la desnutrición se asocia con un 30% de las muertes en personas con cáncer. Es necesario un aporte extra de proteínas y restringir el azúcar que se puede sustituir por un edulcorante natural como la stevia.
El libro propone menús atractivos para estimular el apetito de estos pacientes y propone soluciones a otros problemas como, por ejemplo, las náuseas o vómitos -nada mejor que beber a pequeños sorbos cola, caldos salados y bebidas carbonatadas como suero oral- o si aparecen dificultades para tragar líquidos -recomiendan utilizar gelatinas y espesantes comerciales mezclados con caldos y purés-. También incluyen consejos culinarios para pacientes con úlceras en la boca, diarrea, estreñimiento o disgesia -cambio del sabor de los alimentos que puede hacer que se perciban insípidos o con un desagradable sabor metálico-. Contiene 10 recomendaciones para cada síntoma del cáncer.
Para acabar, os dejo los 10 grupos de alimentos que Paula y Belén incluyen en el libro como los de mayor efecto antitumoral demostrado:
– Coles como el brócoli, la coliflor, las coles de bruselas o la lombarda. Son ricas en en flavonoides, glucosinatos, índoles e isotiocianatos, potentes antioxidantes.
– Ajo y cebolla, estos potentes antiinflamatorios y antisépticos naturales, son protectores frente a enfermedades cardiovasculares, neurológicas y articulares.
– Verduras rojizas –tomate, calabaza, zanahoria o pimiento rojo-, ricas en carotenoides como el licopeno. Un estudio médico ha demostrado, en varones mayores de 65 años, que el consumo diario mantenido de 2 tomates disminuye el riesgo de hiperplasia benigna y de cáncer de próstata.
– Cítricos –kiwi, limón, naranja, pomelo-, por su alto contenido en vitamina C y antioxidantes.
– Verduras de hoja verde ricas en clorofila.
– Frutas rojas y frutos silvestres -granada, melocotón, albaricoque, papaya, cerezas, uvas, ciruelas, sandía, mora, arándanos, frambuesa o fresa- que son hipocalóricas, ricas en vitaminas antioxidantes A, C, E, que previenen el envejecimiento.
– Setas (hongos comestibles) como shitake y maitake que contienen sustancias que potencian el sistema inmune.
– Pescado azul, que debe consumirse 3 veces por semana y que además de minerales como yodo, selenio y proteínas de alta calidad contiene grasas poliinsaturadas y omega 3 que ayudan a regular los niveles de colesterol.
– Yogur o queso fresco y pan integral, base de nuestra alimentación.
– Aceite de oliva, imprescindible para el aliño de verduras crudas y para cocinar carne o pescado. Debemos ingerir unas 3-5 cucharadas día.