Mindfullness. ¿Qué es eso? Intentaré explicarlo sin liarte demasiado. El término mindfulness lo utilizó por primera vez la psicóloga E. Langer que escribió un libro titulado “Mindfulness” en 1989. En realidad es un invento anterior que procede del pensamiento budista que se conoce vulgarmente como “meditación”. Actualmente se considera una terapia de apoyo a tratamientos psiquiátricos y psicológicos.
La terapia del Mindfulness (MF) consiste en mantener la atención centrada en lo que sucede en el presente, con respeto, aceptación, ternura y sin juzgar. ¡Ay! cuanto nos gusta juzgar. Clasificamos todo como bueno y malo de una manera un tanto infantil.
Para practicar mindfullness no necesitas adoptar una postura al estilo budista. Cuando aprendes a meditar puedes practicar en cualquier postura, en cualquier parte y en cualquier momento.
Con el Mindfulness calmamos la mente que se encuentra habitualmente dispersa y en zozobra por preocupaciones, ansiedades y prisas. Y sólo cuando la mente está calmada (a través de la concentración) es cuando podemos ver cómo son las cosas en realidad y es precisamente esta visión clara la que nos va a permitir comprender y transformar el sufrimiento sin salida.
La práctica de Mindfulness tiene sentido porque nos alivia en momentos de desorientación como el que vivimos y evita el sufrimiento gratuito. Sufrir es gratis y no depende tanto de la situación por muy mala que sea. Tampoco hay que oponerse al sufirmiento o sufriremos más. Hay que aceptar el presente dicen los psiquiatras y muchas veces iniciamos una huída hacia adelante o hacia atrás. El dolor es inevitable pero el sufrimiento siempre es opcional.
Calmar la mente es necesario para ver con claridad. Cuando más necesitamos calmarnos es justo cuando más complicado resulta hacerlo. Nuestra mente suele entrar en bucle. moviéndose en cadena de un pensamiento a otro, cavilando sin control como un caballo salvaje en el que fueramos montados, es lo que se conoce como mente del mono la que está funcionando, errante sin parar, olvidándonos de disfrutar del presente y manejados por un rumiar constante de pensamientos que nos llevan brutalmente a la depresión o la ansiedad.
¡Eeeeeeeh! ¿dónde vas? ¡Quieto parao! Hay que calmarse. Pero no es fácil. Concéntrate en la respiración y empieza a dominar tus pensamientos. Deja la mente en blanco. Sí, en blanco. No pienses en nada. En nada de nada. Cálmate, concentrate y toma las riendas ahora. Puedes ir donde quieras. Sí, donde quieras, pero primero tienes que relajarte sin oponer resistencias. Para eso sirve la meditación, una técnica que te puede ayudar mucho. Lo más fácil es empezar a respirar y observar como sube y baja tu diafragma, mientras sueltas lentamente el aire por tu nariz. Relaja el cuerpo y la mente irá detrás. Utiliza tu cerebro, no te dejes llevar. Busca la tranquilidad, el sosiego, la satisfacción.
No des tanta importancia a un futuro incierto, vive el presente, aprende de tus errores con sabiduría y avanza. Busca la energía positiva. Deja que la vida fluya a tu alrededor. Los beneficios son muchos.
Disminuye la ansiedad, disminuye la depresión, el enfado y las preocupaciones. Mejora la capacidad de atención, aumenta la capacidad de modular las emociones negativas y la de experimentar emociones positivas. Aumenta la intuición y la empatía. Los últimos estudios psicológicos apuntan que puede aumentar hasta la longevidad.
El cerebro humano ha triplicado prácticamente su volumen desde los primeros homínidos hasta nosotros y ese enorme incremento se ha hecho, sobre todo, a costa de un aumento de la corteza prefrontal. Esa parte, precisamente, es la que más entrenamos cuando practicamos esta terapia.
¿Quieres evolucionar? Medita un poco.
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