Hoy abre sus puertas el Museo de los Aromas en un pequeño pueblo del sur de Burgos, Santa Cruz de la Salceda. Se podrán oler más de 100 diferentes, buenos, malos y regulares, pero todos cotidianos. La opinión del visitante también cuenta porque nuestras percepciones olfativas serán fruto de un estudio posterior. Este nuevo museo, único en el mundo, se ubica en una casa que fue escuela, y que pretende tener una misión didáctica, lúdica y de investigación sobre el sentido del olfato.

En la creación de este Museo dirigido por Conchas Vargas han colaborado el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC),  la Red Olfativa Española, la Sociedad Española de Otorrinolaringología, y dos de los mejores especialistas en nariz, el doctor Toledano y el doctor Haro, junto con el catedrático de ingeniería química israelí Abraham Tamir fundador del ‘Museum of Art & Science’.

Rodeado de viñas, dehesas y flores de lavanda, la naturaleza es el primer aroma que recibe al visitante. Huele a tierra mojada o petrichor, ese olor que expulsa la tierra cuando empieza a llover y que a mí me encanta.

Los aromas a degustar se exponen con toda naturalidad a través de las diferentes estancias de la casa: la cocina con olor a café a guiso casero, a hierbas y otros condimentos. Pero no te vamos a descubrir todo sala por sala, tu nariz es la que debe guiar hasta allí y respirar la experiencia con tranquilidad. Podrás descubrir tu memoria olfativa y vivir una experiencia diferente.

Sin duda, un nuevo espacio para disfrutar en familia. «Queremos que sea una plataforma interactiva para el sentido del olfato, porque la nariz es lo único que tenemos en funcionamiento desde que nacemos hasta que morimos porque siempre estamos respirando» explica la directora.

Están “los aromas del recuerdo, los aromas que sanan, los que enferman, los aromas de peligro, los aromas del vino, la aromaterapia, los perfumes..”

Tampoco falta un poco de poesía, al subir las escaleras y como parte de la decoración se pueden leer los versos del soneto satírico A una nariz, del siglo XVII, escrito por Francisco de Quevedo parodiando la nariz de Luis de Góngora, aunque para la foto es más sobresaliente la de Cyrano de Bergerac.

Érase un hombre a una nariz pegado,

érase una nariz superlativa,

érase una nariz sayón y escriba,

érase un pez espada muy barbado.

Era un reloj de sol mal encarado,

érase una alquitara pensativa,

érase un elefante boca arriba,

era Ovidio Nasón más narizado.

Érase el espolón de una galera,

érase una pirámide de Egipto,

las doce Tribus de narices era.

Érase un naricísimo infinito,

muchísimo nariz, nariz tan fiera

que en la cara de Anás fuera delito.

 

Museo de los Aromas

Santa Cruz de la Salceda

Burgos