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Las Navidades se han acabado, los días de fiesta son ya un recuerdo, los Reyes Magos nos han dejado sus presentes y todo tiende a volver a la normalidad. Parece que ahora lo que toca es subir una cuesta (la de enero), hacer frente a todo lo que se nos viene encima y retomar el pulso de nuestras actividades cotidianas y, a no ser que seamos Capricornio o Acuario, no hay demasiadas posibilidades de que nos den una sorpresa o recibamos algo inesperado.
Pero eso tiene solución, si Mahoma no va a la montaña, la montaña tendrá que ir a Mahoma, en este caso la opción son unos magníficos baños árabes, situados en el centro de Madrid. Un pequeño capricho al alcance de todos los bolsillos que te hará despertar del letargo del invierno. Es el Hammam Ayala.

 

 


Más que un lugar el Hammam (se traduce como sala de baños) es una tradición con más de 15 siglos de antigüedad que proporciona salud y belleza al cuerpo y calma la mente. Consta de una sucesión de etapas, cada una con su tiempo y su ritmo específico para limpiar y relajar cuerpo y mente. Se puede escoger entre dos opciones, el ritual básico o el tradicional y podemos añadirle un masaje de 20,40 ó 60 minutos, lo cual es muy recomendable.

 

Es importante reservarlo con antelación para que no haya ningún problema, por lo general no se suele coincidir con más de 3 o 4 personas. Nada más llegar te atienden y explican como funciona el Hammam, pasas al vestuario y te pones el bañador, ellos te proporcionan albornoz y chanclas, la higiene está muy cuidada. Te dan un botellín de agua para rehidratarte y bajas por una escalera donde ya se empieza a notar la humedad del ambiente, la temperatura aumenta hasta los 42 grados. A medida que bajas los escalones una música relajante te hace ir entrando en situación, dejas el albornoz y entras en la sala de vapor o “Ksella” con un 99% de humedad, el vapor de agua con eucalipto y menta provoca una sudoración intensa que elimina toxinas, descongestiona las vías respiratorias, activa la circulación, relaja los músculos y abre los poros de la piel.

El siguiente paso es la aplicación de un jabón negro o pasta hecha de aceitunas llamado “beldi”, cuya función es ayudar a sacar las impurezas de los poros, se deja actuar unos minutos y tumbados en una camilla de piedra pasan a exfoliarte con un guante de “kessa” (parecido al esparto, pero más suave), al acabar nos duchamos y pasamos a otra etapa del ritual. Nuestra piel está limpia y lista para nutrirla para ello hay diferentes opciones puede ser con manteca de Karité o con una evoltura de arcilla y algas llamada “Ghassoul”, dejamos unos minutos que actúe y nuestro cuerpo está listo para recibir un masaje mezcla de relajación y descontracturante que se hace muy agradable. Te recomiendan no ducharte, mejor sólo secarte levemente para que la piel siga absorviendo todos los nutrientes que le hemos aportado.

 

Una vez vestidos y muy relajados, pasas al saloncito de té, donde te obsequian con un té de hierbabuena y unas pastas de almendra. Esta también es una etapa más del ritual, sirve para aclimatarte de nuevo a la temperatura y humedad normal. Te preguntan por la experiencia y cuando cada uno decide puede volver de nuevo a la realidad del día a día.