No sabíamos donde escaparnos en Semana Santa, habíamos barajado varias posibilidades y un poco por azar fuimos a parar a Extremadura, más concretamente a Cáceres, a conocer el Parque Natural de Monfragüe. Una vez tomada la decisión del sitio faltaba buscar un alojamiento que nos sedujera. Y ahí sí que hay que tener buen ojo y suerte. A través de las webs casi cualquier sitio parece una opción razonable y más tarde nos enteramos que no todo es así. Pero bueno finalmente nos decantamos por una casa rural llamada “El Palacio Viejo de las Corchuelas”.
¿Necesitas una escapada a la naturaleza?
Su situación es inmejorable en mitad del Parque Natural y muy cerca de las poblaciones más importantes, Plasencia, Trujillo y Cáceres. La casa se encuentra ubicada en una finca de 600 hectáreas donde la paz, la tranquilidad y el contacto con la Naturaleza te hacen disfrutar de esas pequeñas cosas que en las grandes urbes acabas por menospreciar.
Muy cerca de allí tenemos el conocido “Salto del Gitano” una zona desde la que se pueden contemplar a los buitres negros y a las cigüeñas negras, éstas últimas en peligro de extinción.
Es muy recomendable llevar unos prismáticos, el lugar es impresionante. Otra actividad muy requerida es la visita al Castillo de Monfragüe, una fortificación desde la que las vistas son realmente espectaculares, hay una excelente organización que te sube en bus hasta casi los pies del castillo y además es gratis. Lo que no todo el mundo sabe es que a mitad de trayecto hay una parada para visitar una cueva o mejor dicho un abrigo con pinturas rupestres. En cada visita no caben más de ocho personas por lo que hay que solicitarla en una pedanía muy cerquita del castillo, Villareal de San Carlos. Merecen mucho la pena y estan
perfectamente conservadas. El resto de visitas a Caceres o Trujillo dependen de los gustos de cada uno, pero perderte entre sus zonas amuralladas o pasear por las juderías sin prisa hace que el tiempo recobre todo su valor y que cada paso se saboree de manera especial.
Volviendo a la casa como tal es espectacular, cuidada al detalle y el trato de la propietaria, Carmen es inmejorable, en los días que estuvimos allí realmente nos sentimos lejos del mundanal ruido y tremendamente cercanos e identificados con el entorno. Carmen tiene una docena de caballos que pastaban libres cerca de la casa, tuvimos la suerte de conocer a un potrillo de tan solo un día. También tiene ovejas, gallinas, perros, un gato y todos viven en perfecta armonía. Toda la finca está salpicada de rincones y caminos entre alcornoques y encinas. La puesta de sol y el amanecer, son quienes gobiernan el tiempo de este maravilloso lugar.
Otro detalle importante son los desayunos, acordes a la casa, pan recién hecho, jamón de la zona, queso de la leche de sus ovejas, bizcocho casero y cualquier cosa que necesitaras Carmen estaba ahí para darte solución. Buena conversadora, en sus palabras y en sus ojos se aprecia el amor por su tierra. De ellas se deduce que se podría sacar mucho más rendimiento a la zona, pero las costumbres o las gentes no parecen estar muy dispuestas y casi en solitario el Palacio Viejo de las Corchuelas es el único alojamiento que hace que los visitantes repitan la experiencia. Mil gracias a Carmen por todo y si no conocéis la zona u os apetece volver pero con otra perspectiva no dudeis en pasar por este mágico lugar.
Si quereis conocer más sobre esta casa rural su web es www.lascorchuelas.com