Auto-retrato de Jacques Henri Lartigue

Auto-retrato de Jacques Henri Lartigue

¿Te gusta ir a expos? ¿Y la fotografía? ¿Te gusta también… no, conducir, no,  estar viva?

Pues estás de enhorabuena, porque la exposición de Jacques Henri Lartigue (1894-1986)  en Caixa Forum Madrid es la excusa para que te regodees en lo meramente visual y en lo elevadamente vitalista.

La muestra del afamado fotógrafo francés, uno de los más importantes del siglo pasado, es una auténtica delicia que pienso visitar al menos otra vez más.

La extensa cantidad de fotos, sabiamente divididas por temáticas, genera una reconfortante sensación de alegría, la misma que debía destilar el fotógrafo a tenor de lo visto –y leído en los fantásticos textos que acompañan las imágenes

Conocedor de la fugacidad de “los momentos” –esos instantes absolutamente únicos en los que parece que te desincrusten de un latigazo del tedio, para situarte en una vibración más vívida e intensa-, Lartigue se dedicó durante toda su vida a localizarlos, provocarlos y darles el pasaporte a la posteridad, bien en su primera faceta como pintor, bien en su rol de fotógrafo, vicio tempranamente alimentado por un padre complaciente –y adinerado- que le compró su primera cámara a la edad de 7 años.


Mujeres extravagantes, retratadas con pudor desde los arbustos –a Lartigue le intimidaba cierto tipo de mujer-, milagrosamente ataviadas con atuendos imposibles, impartiendo en silencio y con displicencia auténticas lecciones de moda; caminando solas, poderosas y a contracorriente en el Bois de Boulogne de primeros de siglo XX…

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Mujeres bellas, de exóticas caídas de ojo, modo de vivir relajado y feliz, seductoras boquitas de corazón, melenas perfectamente cortadas al estilo que popularizara Louise Brooks, gritando al mundo desde su universo en 2D, “mírame, he vivido, he sido insultantamente joven, misteriosa, atrayente”.

Despegues, aterrizajes, caídas, deporte, velocidad, la arena formando una nube de textura al contacto con la rueda del coche que la está atravesando, el viento, la sorpresa, la exaltación: la realidad flotante, congelada, en eterno movimiento, nunca nuestra más que en muy breves momentos, esos que sentimos que nos pertenecen porque de pronto nos hablan y nos comunican algo bello, verdadero.

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Instantes bien mensurados, calculados y otros espontáneos, siempre tocados con la varita de un sentido del humor inocente y fresco, alegremente infantil y disfrutón. Pocas veces me he reído de puro alborozo ante una fotografía.

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Muy interesantes asimismo sus experimentos con la imagen estereoscópica, claro reflejo de su anhelo por capturar fidedignamente la realidad, y mención aparte para sus incursiones en el mundo del color, imágenes de avasalladora belleza en las que Lartigue tira la casa por la ventana en cuanto a combinaciones cromáticas. Muy estético. El germen de muchos fotógrafos actuales.

La exposición podrá verse en el Caixa Forum de Madrid hasta el 19 de junio. Consejo de amiga: no os la perdáis.