De niña jamás me calcé un tutú ante un grupo de madres llorosas y emocionadas, pero en ese fondo irreconocible más que para una misma, siempre quise hacerlo. Las bailarinas de Degas, las de Coppelia y tantísimos otros ballets, la terrorífica visión de Darío Argento en Suspiria, mi giallo preferido por tantas razones…
La imagen del talle juncal de una niña envuelta en tules, animada por el fuego de la devoción, reconozcámoslo, es sugerente e intrigante, harto aprovechable como expresión artística en cualquier otro terreno, sea por la estética o por el particular estado mental de las entregadas al baile.
Confieso que ardo en deseos de asistir al estreno de Black Swan, la última de Darren Aronofsky y basada precisamente en los delirios de una joven bailarina (Natalie Portman) enfebrecida entre el lado oscuro y el lado claro de una pasión desmedida: la de la danza.
Aquí todas tenemos nuestras pequeñas o grandes pasiones y está claro que la nuestra es la cosmética.
Bourjois, la versión asequible de Chanel, se pone de puntillas y gira sobre sí misma para ofrecer una colección de primavera verano 2011 tan grácil y femenina como una bailarina surcando el cielo.
Paris Ballerina es el nombre bajo el que se agrupan los distintos lanzamientos de la temporada.
La clave está en la feliz alianza –siempre un gran acierto- del negro con el rosa pastel. A su lado y bailando un Twist, los antracitas y los negros profundos, afirmación de una feminidad de aires ciertamente rockeros.
A medio camino entre la bailarina elegante y la musa del rock, el nuevo icono de la moda juega con la mirada con un maquillaje smoky eye romántico y cautivador, suave e impactante a la vez.
Las manos también ocupan un lugar predominante con tonos coherentes con la línea: un rosa falsamente inocente y un gris azulado ‘very rock & chic.’
La piel y los labios se iluminan con discreción en delicados tonos nude y rosados, dejando que sean los ojos y las uñas el objetivo de todos los focos.
La tendencia de la bailarina pisa con fuerza sobre sus puntas de satén.
Si aún conservas un tutú en algún altillo olvidado, quizá sea hora de darle una segunda vida.
¿Bailas?