El miedo se inicia cuando nos sentimos ante una situación que supone una amenaza para nosotros. Se pone en marcha un mecanismo que prepara el organismo para hacer frente al peligro. Aparecen la sudoración, aumenta la frecuencia cardiaca, la respiración… Surge la ansiedad.
Muchas personas desean corregir algún defecto físico, pero les puede más su temor a la anestesia. Desde Belleza Pura, os vamos a dar unos consejos para superarla.
A la anestesia se le debe tener respeto más que pavor. Es un proceso seguro, con un riesgo muy bajo. Lo que sucede es que nos aterra porque, al recibirla, perdemos nuestra autonomía y la voluntad sobre nuestro propio cuerpo, si se trata de anestesia general, o sobre una parte concreta, si recibimos anestesia local. Es justamente esta pérdida de control la que puede resultar estresante.
Es vital que el anestesiólogo asista al paciente desde el pre-operatorio y que esté a su lado en toda la cirugía, garantizando la hipnosis (que el paciente esté dormido), la amnesia (que el paciente no se acuerde) y la analgesia (que el paciente no sienta dolor).
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Durante la intervención, el anestesista debe mantener y controlar: la frecuencia cardiaca, la función respiratoria, la temperatura y la reposición de los líquidos y sales minerales, que tal vez se pierdan en la intervención. Debe de estar compenetrado con el resto del equipo médico y resulta esencial que se hayan realizado una serie de pruebas diagnósticas como un análisis de sangre y un electrocardiograma, así como su valoración oportuna.
El Dr. Ángel Juárez, Jefe de la Unidad de Cirugía Plástica y Estética del Hospital de la Zarzuela, nos ha explicado que el mayor riesgo consiste en la inhalación del contenido gástrico, ya que provoca complicaciones pulmonares graves. Por ello es muy importante que el paciente no consuma líquidos ni sólidos al menos ocho horas antes de cualquier intervención quirúrgica.
Rodearse de un equipo médico competente y de confianza nos ayudará a perder nuestros temores. Ellos se encargarán de estudiar a fondo el tipo de paciente, si está nervioso o es más tranquilo, y calibrar el tipo de intervención. Confiar en que nos encontramos en buenas manos.